Los Spierig Brothers, dos gemelos australianos que habían llamado la atención hace seis años con el film de zombies Undead , incursionan ahora en uno de los subgéneros más transitados por la producción reciente de terror made in Hollywood : las historias de vampiros.
Claro que no estamos aquí en el universo adolescente y romántico de Crepúsculo y Luna Nueva, sino en el de un thriller futurista (transcurre en 2019) y apocalíptico de gran estilización visual, mucha adrenalina, un tono satírico que remite al cine de clase B, grandes cantidades de sangre y vísceras propias del gore, elementos del western que parecen emular a John Carpenter y alegorías un poco obvias sobre la xenofobia, las diferencias sociales, la represión y la paranoia.
En Daybreakers la realidad se ha invertido: los vampiros dominan el mundo y los pocos humanos que quedan no tienen más que huir y esconderse. Ante la escasez de sangre -cuyo precio aumenta de manera exponencial-, los vampiros, que dominan las empresas y los ejércitos, se dedican a cazar a los hombres y mujeres que pueden abastecerlos del vital fluido.
Mientras tanto, y ante la inminencia de saqueos y peleas callejeras, la poderosa corporación que lidera Charles Bromley (Sam Neill) y para la que trabaja el científico Edward Dalton (Ethan Hawke) investiga contra reloj para crear un sustituto de la sangre y evitar así el inminente colapso. Por otro lado, está la resistencia de los humanos liderada por Lionel "Elvis" Cormac (Willem Dafoe) y Audrey Bennett (Claudia Karvan) con sus ballestas siempre listas para enfrentar a sus agresores.
El planteo inicial es atrapante, la construcción de la trama es sencilla (hay enfrentamientos, persecuciones, traiciones cruzadas, experimentos científicos) y la resolución -sin ser gran cosa- es bastante coherente y eficaz. Ciertos regodeos esteticistas (como el abuso de la cámara lenta) y una musicalización grandilocuente son los aspectos menos logrados del film.
Resulta interesante ver a tres actores de primera línea (Hawke, Dafoe y Neill) trabajando (y divirtiéndose) en una película de género basada en el desfile de cuerpos mutilados o quemados y en efectos visuales que permiten descomunales explosiones de plasma. Ni sus trabajos ni la película pasarán a la historia, es cierto, pero al menos ofrecen una hora y media de un más que digno pasatiempo.
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