lunes, 2 de noviembre de 2009
CINE: El extraño mundo de Jack 3D . Navidad, negra navidad
Cuando las nuevas salas Real-D comenzaron a aparecer en Capital Federal a fines del año pasado, una de las primeras películas en estrenarse en ellas fue la adaptación tridimensional de El extraño mundo de Jack. Para cuando el sistema llegó a La Plata, los estrenos 3D habían tomado su propio ritmo de, mal que bien, uno por semana, y no hubo tiempo para colarla en la cartelera.
Hasta esta semana. Sí, el jueves -a quince años de su estreno local el 27/10/94- vuelven Jack Skellington, Sally, el Oogie Boogie y el resto de la inolvidable pandilla imaginada por Tim Burton y llevada a la pantalla por Henry Selick. Y más allá de que uno la conozca al derecho y al revés; más allá de que su universo mortuorio y feliz a la vez haya sido actualizado por los autores (Burton en El cadáver de la novia; Selick en la reciente Coraline y la puerta secreta); más allá de que en todo este tiempo la tardía fiebre de merchandising dark-emo haya colmado nuestra tolerancia; más allá de todo eso, este reestreno (concepto que de por sí invoca épocas más románticas del cine, antes de “las privatizaciones” del video y el dvd) no deja de ser una gran, gran noticia.
Hay que anotar que la versión 3D de El extraño mundo de Jack no está realizada en Real-D, sino que fue convertida a ese sistema. El efecto global no resulta, entonces, tan impresionante como en Lluvia de hamburguesas o, de vuelta, Coraline (dos filmes subvalorados, incluso desde estas páginas, sobre los que volveremos para hacer justicia cuando repasemos lo mejor del año cinematográfico), pero hay dos ítems que justifican sobradamente los pesos extra de la entrada al cine.
Uno es el nivel de detallismo de ese mundo en el que el cadavérico Jack trata de cambiar de rubro, pasando de la Noche de Brujas a la Navidad y ¿fracasando? en el intento: lo atestiguan el hocico-calabaza de su perro Zero, la sombra con vida propia del protagonista, las facciones definidísimas e imborrables de todos y cada uno de los personajes.
El otro es su capacidad de inmersión; de asustarnos por enésima vez con esas criaturas sibilantes y viscosas que ahora se mueven demasiado cerca nuestro, de preocuparnos por las peripecias desgraciadas de esos muñecos con contradicciones tan humanas; de transportarnos románticamente al infinito y más allá en la imagen-ícono de Jack contra la luz de la luna gigante.
El alegato final queda en manos de uno de los mejores críticos del país, Mariano Kairuz, que escribió en ocasión del reestreno porteño: “El extraño mundo de Jack tiene, siempre tuvo y conserva intacta una potencia visual que genera sus propios relieves y profundidades; un poder alojado entre el encanto y los temores de lo nuevo y lo viejo (y de lo vivo y lo muerto) que el 3-D, si no necesariamente eleva, al menos provee la excusa para volver a experimentar en cine”. Caso cerrado.
Agustín Masaedo
Diario Hoy
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